Respira, suspira
Ella lee “respira” en un tatuaje. Un recordatorio básico. El mensaje la transporta a una de sus pelis favoritas en el mundo, Memento, y a su protagonista lleno de mensajes sin memoria por todo el cuerpo.
R E S P I R A, un mensaje con un diseño minimalista y comedido, en plan “rompa el vidrio en caso de emergencia” cuando la acción ya no ocurre por inercia. Una palabra de siete letras con más espacio de lo normal entre cada una para que puedan contraerse y expandirse dando paso al aire entre ellas.
Ella suspira.
— ¿Por qué suspiras?
— No sé. — Sí sabía. Hacía muchas preguntas que ella no sabía o no quería responder.
— ¿Sabes cómo funcionan los suspiros?
— Pues, retienes el aire y por unos segundos se te olvida por completo respirar, lo retienes como el pensamiento que lo provoca, hasta que lo sueltas lentamente, voluntaria e involuntariamente por alivio, tristeza, ternura, o tantas razones más.
¿O no es así?
Tal vez un suspiro es como atravesar una nube. Puesto así pensarías que no hay nada más lindo, pero es porque se parece un poquito a morirse. Todo es blanco, el aire es más denso, tú pesas menos y lo que llevas dentro pesa más.
Suspirar, como un astronauta piensa cada bocanada de aire que toma, con la frágil seguridad que le da el casco que lo separa del infinito y más allá.
Suspiros como son los sonidos que se escuchan justo entre el rasguido de las uñas y las cuerdas de una guitarra antes del próximo acorde.
Un suspiro como es el aire que sale de entre las teclas al presionarlas en un sintetizador.
Es el pensamiento que se cuela entre otros cuando se van uniendo los puntos y te hacen abrir más los ojos (efecto mind blown) y las pupilas se dilatan como gota de pintura al caer al agua.
Un suspiro es el cerebro llamando a la torre de control en los pulmones ¿o eso ya es ansiedad?
Un suspiro es también un montón de procesos biológicos que no vienen al caso.
Escribo esto y suspiro, para hacer una pausa y continuar. Un suspiro que me lleva a otro lugar geográfico y me regresa a mi apartamento, sola, a jugar a la adultez, mientras tomo café de mi taza con ojitos que me devuelven la mirada y me dice “Creer es crear” y aprovecho de recordarte que te pienso y que hay que respirar y suspirar.