Revuelto
No sé qué me pasa. Yo estaba bien y ahora me siento sola todo el tiempo. Sola en casa, sola en Bogotá, sola en bus y en la bici. Sola en el sofá, en la sala, en mi cabeza, en mi piel, en mi cama.
Nadie habla. Solo me escucho con eco y mi boca no se mueve. Reacciones a historias y nadie me abraza. No sé a quién llamar. No encuentro con quién ser sincera sin sentir que eso significa más de lo que la otra persona quiere recibir o quiere saber.
No sé a quién decirle “ven, yo te espero”. Dejo entrar casi a cualquiera con tal de no estar sola, de tener a quién tocar, a quién acariciar y yo sigo sin saber qué me pasa. ¿Por qué tan inquieta, tan incómoda? ¿Por qué sigo intentando cuando no hay respuesta? No importa que estén cerca. Se abren y se cierran. ¿Por qué sigo creyendo que eso es contacto? que cualquier signo de interés es un acercamiento, que acompañada es mejor, que todo se multiplica, crece y se contagia, como las carcajadas, como la risa, como una sonrisa.
Sola. Aprendiendo a recibir las olas, una tras otra, en casa, en Bogotá, en bus y en la bici, en el sofá, en la sala, en mi cabeza, en mi piel, en mi cama.
“Y no olvides respirar” me digo, después de cada ola. “Toma una bocanada grande, que el mar está revuelto”.